14 septiembre 2007

OCTUBRE

Pequeñita pero poderosa bitácora organizadora del año entrante serás. Pensé bendiciendo el regalo de unos amigos para mi cumpleaños. Era una agendita colorida y vistosa con entretenidos pensamientos e ingeniosas frases para meditar y enriquecer el espíritu. Estas quizás me ayuden al proyecto de inmortalizarme o se burlen para siempre de un mediocre destino de sobrevivir. En la noche de ese día me hice de un tiempito, me quedé entretenido, escribiéndole algunas direcciones de correo y algunos teléfonos. En los días del calendario marqué las fechas que quiero recordar, cumpleaños y otros aniversarios igual de memorables. Así lo fui haciendo mes a mes.
Pero al llegar a octubre una emoción extraña tomó mi piel para sudarla y electrizarla. Debe haber sido un recuerdo, pensé. Me sorprendo más –justo estamos en octubre–. Me vienen infinitas metáforas con tono de definición, y todas para el mes en curso. Por ejemplo, «si octubre fuera una hierba, sería la más florida y florecida»; «si octubre fuera un animal, debería ser un felino, cazador creativo e intuitivo»; «Si fuera sonido serían las primaveras de Vivaldi y Piazzola sonando en alternancias»; pensé en las madres, en las razas y las históricas revoluciones, entonces dibujé en mi cabeza que «si fuera un monumento sería a la madre pero de todas las razas y de las más revolucionarias y revolucionadas»; además veo que «todos sus días son de colmada y generosa primavera»; «octubre es el décimo»; «el de la hora diez»; «es el decano de los meses»; «una sota de oro para el calenario»; «más que un diez se saca un ventidos en días de libriano equilibrio». Me río pero no puedo dejar de ver a los meses como un entretenido equipo donde once juegan, uno de ellos descansa y nadie sabe quien es. Pero seguro que enero va al arco, que setiembre es el goleador. Y mayo de cinco acompaña en el medio campo al mes en cuestión. Octubre es el número diez y juega de armador a su equipo. Eso no es poco, es mucho ¿verdad?
A veces me pregunto si equivocarse es tan malo, necesito respuestas sobre eso. Creo que no –me digo– ellas me hicieron lo que soy. Sin embargo el cielo, el creativo octubre, el tiempo y mi inmortalidad me dan una pista, me tientan a escarbar y descubrir otros secretos. La iluminación me hace volver a la interioridad más profunda, para explorarme, implotarme y sin querer descubro la clave para viajar por el tiempo (¿...sin querer?). Me hago infinito, partiendo de este mes. Pienso entonces que debo visitarme en los octubres de mi vida, para regalarme desde que nací lo que hubiera querido yo aprender antes. ¡Claro!, eso es, ellos no me verán pero escucharán mis susurros y sugerencias, me sentaré al lado de mi y de mis padres, de mis hermanos y amigos, al lado de cada maestra, de cada profesor, e instructor, y cuando vuelva de este loco vuelo habré cambiado para mejor.
Y así fue, que viajé a los meses más primaverales de mi vida, ordenando cada desorden. Reaprendiendo cada desaprendizaje. Y por cada distracción me regalé una sobredosis de puro arte. Fue todo tan rápido, créanme, cada día de octubre duraba escasos cinco segundos pero eran momentos increíblemente poderosos. Dos minutos y medio de promedio por mes. Que multiplicados por treinta y seis, mi sesión de revisar y corregir mi vida duró algo así como una hora y media. Mientras, una ansiosa inquietud, pregunta qué pasará después terminar el último día del octubre de este año, si habré cambiado o seré la misma persona. Quizás fue este ánimo el que aceleró las cosas, no importa.
Lo más increíble pasó cuando terminé de hacer lo mío, regresé a mi sitio, a mi siglo, año, mes, día y hora, y realmente me sentí mejor, mucho mejor, orgulloso y satisfecho... me interrumpe el timbre de casa y despacio golpean mi puerta e insiste con el timbre. Con muchas dudas no resisto a abrirle a pesar de ser casi medianoche, un anciano que soy yo, lleno de luz y sabia elocuencia me da la mano, y con la otra apunta su sien que es la mía. Como ves ya puedo hacerme visible a tus ojos, por que ya sabés el secreto. No tengo más que cientocincuenta segundos para vos, aprendí con los años que es mejor así, me visito un día en el mes de cada año y mientras se esfumaba delante de mis ojos me dejó un sobre con el título de «Instrucciones para agendar siempre», y desapareció por completo. Adentro del sobre hay una carta corta y concisa, que decía, «No te olvides de tomar nota en tu agenda y recordártelo cada año, porque cuando llegues a donde yo estoy debes rehacer por segunda y última vez este viaje de nuevo a tu edad. Y por ahora toma sólo tu memoria y reescribe en ella que una mujer soñada te va a amar siempre. Y serán eternos compañeros. Ella sueña encontrarte, mañana la reconocerás vestida de primavera, lista para enamorarse. Ella me dijo alguna vez que desde aquel día que la conociste nunca dejó de pensar en nosotros (en mí), sólo que por ahora ella no lo sabe porque aún no te conoce. Y ahora agrega a tus metafóricas definiciones que octubre será también tu mes del amor.
AJMR - (Escrito en octubre 2003)

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