Cuando noté que se habían acercado lo suficiente. Desde mi cómodo sillón del patio, dejé deslizar hacia ellos, una imantada pregunta.
—¿Saben que los números tienen magia?
La pequeña Lucía abre sus enormes ojos azules, no duda en arrimarse.
—Contanos abuelo, contanos –Me dice–.
Los otros, el resto de los nietos, que conocen el poder de convicción de su primita, y mi excesiva predisposición, se acomodan. El ritual del cuento vuelve a repetirse. Esta vez, el sábado de cumpleaños evoca la conciencia del tiempo, y parece instalarse en los doce nietos, haciéndolos formar un casi perfecto semicírculo a mi alrededor.
Endurezco la mirada, y mi dedo índice semiencorvado, los apuntaba a todos para decir:
—Hora de abrir los ojos de ver profundo, y de agudizar los oídos para oír lo invisible.
Bastaba esas palabras para que los niños se enciendan de colores y crezcan en entendimiento. Podía empezar así, o decirles que «era la primera vez que alguien iba a escuchar esto» o usar otras formas similares, la idea era lograr un efecto magnético.
Me acomodo al sillón, como para no estar tan aferrado a el. Y empiezo:
—Como ya saben, soy parte de una familia de ocho individuos. Papá, mamá y seis hermanos. Yo, el más chico de todos. Así, por accidente, me he ganado ser el número ocho. Ese es mi número –Les explico que era un juego imaginario, donde a cada miembro de la familia yo le asigno un número– Y no hay forma de hacer trampa, es por riguroso orden de antigüedad. Así, mi papá, era el uno; mi mamá, el dos; mi hermana mayor, el tres; la que le sigue, el cuatro; y así sucesivamente. La forma que adquieren ellos, es la de sus correspondientes números. Pero yo, no me quiero quedar con sólo eso. Me obligo a asignarles un color a cada uno. Para ello imagino un arco iris y ahí los ubico. Esta vez sí, en cualquier orden. Dicen que son siete los colores de ese fenómeno, no importa, invento un color para alguno de ellos. Y como el más pequeño, debo hacer valer mis caprichos como justos derechos. Que el verde sea mío, y todo está bien. Total, nadie sabe de mi juego.
Mi ocho es verde y siempre lo será, como el árbol de las hojas perennes.
El ocho verde es mi antifáz en las picardías, es el grillete prisionero del castigo injusto. Son mis alas de vuelo y mi hélice a la hora de soltar y volar la creatividad. Pero me gusta más, mucho más pensar que por cada uno de los huecos del ocho, puedo mirar tanto por el de arriba como por el de abajo mi pasado, mi futuro, y viceversa. A veces, me tiento y miro los futuros y pasados de los otros, los sé al de todos pero nunca nada les digo.
Mientras yo hablo, ellos, mis nietos, van jugando a que crecen y todo lo entienden, Marcos y Paula, llegan a una presencia adulta de treinta y pico de años. Los otros van variando de edad según les moviliza lo que les voy contando.
—¿Y los otros números qué hacen?
Pregunta Lucía inquieta, acaba de aterrizar en unos quince años, y ha calculado, según mi tabla, que su número es un tres.
Hago un gesto con mi cabeza, como diciendo que acabo de llegar esa parte.
—Les cuento.
Introduzco cualquier número primero, y sigo aleatoriamente con cualquiera (...quiero dejar el tres de Lucía para el final).
—Por ejemplo el seis –y lo dibujo en el aire lentamente– tiene un ojo espía en su panza y una manija en la cabeza, el hueco del seis, nos deja ver los colores de toda gente. El siete, número de los dones, trazado al vuelo de abajo hacia arriba, tiene el suelo en el techo. Debe ser así, porque sus pies se apoyan en el cielo.
En el transcurso del relato. Algunos de los nietos ya alcanzando una sobrada adultez. Y alternan sus edades, según yo voy dificultando la conversación. Lo cierto es que nadie se pierde nada. Eso es parte del poder mágico de los números expresados en presente en clave de recuerdo. Se prenden, si quieres, en las edades de cada entendimiento.
—El uno manda es una flecha apuntada a nuestros nortes más profundos. El dos, también manda, muy apoyado en la tierra, asoma la cabeza del cayado de un pastor. El cinco, es metamórfico, puede ser un rojo gancho, o una hoz, o un signo de pregunta, a veces es una «ESE» como la de la misma sabiduría. El cuatro posee la cardinalidad, apunta al cielo, a la tierra, el este y al oeste, y se quiebra en las uniones, para aparecer en todas partes.
Mientras termino esa descripción, dibujo lentamente esa cifra en una imaginada pizarra de la nada. Para hacer cómplices con mi mirada, al resto de los niños crecidos, del Tres que se viene.
—El tres es el número de... (jrrrmmmm)
Me hago el que toso. Y Lucía, que ni siquiera pestañea, contiene el aire.
—El tres es el número de Dios.
Arranco nuevamente. Para disfrutar, por dentro y enormemente, de su exhalación sin disimulo.
—El tres es un número, que contiene muchos otros, con un tres y un espejo haces un ocho. Con el mismo número cerrando el ojo de abajo hago un seis, y si cierro el de arriba, hago un nueve que es tan bueno como el seis. Si se mira para el otro lado, es una «E» como la que tiene la estrella. Y si apunta para abajo es una «EME» como la de una mamá. En esta misma posición, a su vez, dibuja la parte de arriba de un corazón, o sea, las aurículas que lo hacen latir.
Lucía sonríe y piensa:
—(Todo eso soy)
Da vuelta su tres muchas veces. Y suma tres veces el treintra y tres. Siente el peso y la alegría de vivir casi un siglo.
—¡¡¡Todo eso soy!!!. Suelta emocionada, Lucía, y esta vez lo dice en voz alta.
—No hay ochos entre nosotros abuelo.
Me dice, interrumpiendo, el «sabandija» de Camilo, que acababa de igualarse a mi edad.
—Usen su imaginación y a sus números denles el poder que quieran, y sean inmortales.
—¿Inmortales?
Su excepticismo, fruto de conocer casi todas las ciencias, me abruma. Adivino su pensamiento inquisidor, como el de un verdadero cuatro amarillamente intenso.
—Con nuestros ochenta, abuelo... El tiempo ya nos hizo lo suyo ¿...no?. Inmortales bahh, vuelve a murmurar por lo bajo...
Estamos casi en el umbral del adiós.
Me llega su luz, y recurro a sus mismos argumentos, sustentado en todas sus ciencias.
—Es cierto, Camilo, el tiempo nos ganará la pulseada de la vida terrenal. Este ocho (señalándome con mi propio pulgar) se tumbará y caerá, pero, paradójicamente, habré vencido al tiempo... porque seré otro número, seré todos los números, esta vez invencible, porque ese ocho representará al infinito...
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
8 comentarios:
Gracias por subirme en tus links, qué honor, Rgo.
Antonio! kiero los cuentos impresos! (q pretensiosa jajaja, me los llevo a casa para leerlos trankila, en el colectivo de vuelta porque no?) es q tanta compu me descalabra los ojos!!
Nunca hubiese imaginado q la foto q puse en el post de Cherrylandia, podría tener alguna reminisencia al símbolo del yin-yang! q ojo mas afinado colega! Gracias por tus palabras, me hace sentir, menos rara, mas comprendida y animada :) Un reeeeeabrazo!!
Gracias por pasar por mi humilde blog , es un honor que un artista de su talla visite mi morada virtual, veo que tenemos muchas cosas en común, no solo en lo artístico sino también en lo que respecta a lo filosófico y otros temas que no son de este mundo. Un abraso Daniel.
Hola Antonio.
Vengo especilamente a agradeceerte tu cordial visita y cálidas palabras y a decrite MUY BIENVENIDO A BORDO.
Veo que si de arte se trata, llegué al puerot ideal.
Ya vendré con más tiempo a nevegar detenidamente tu blog.
El relato, realmente una hermosura.sobre todo con semejantes personaje sa tu alrededor, y un final hermoso.
Un fuerte abrazo.-
Estimado Antonio,una grata sorpresa haber hallado tu blog que a su vez me conectó con el de dibujante cordobeses(doblete!)Grato es saberse tan cerca en tantos aspectos,como no solo el compartir esta casi vecindad,ya que somos casi vecinos barriales,y además compartir el gusto por el dibujo y sobre todo algunos de los buenos dibujantes como los que haz publicado en tus enlaces.
Un saludo.
Fernando
Gracias, muchas gracias, sus comentarios me llenan de posotivo orgullo...
Seguimos en contacto
Antonio q decirte... no tengo palabras, es bellísimo este cuento snif snif... me pone melanco :) sabes q? hace poco soñé con el numero 3... y sabes q mas? estaba x juagarle a la kiniela, pero pensé na, el 3 es un nº sagrado, represente la trinidad, a su vez nstra unión con lo superior (lo leí en un libro sobre técnicas d meditación mer-ka-ba ayer justo!), no lo jugué pero lo pensé. Al otro día salió a 1ra como pensaba jugarle y en la lotería q supuestamente iba a jugarle... no cambia en nada mi visión de las cosas porque sé q por ese sueño Dios me mandó un mensaje muy significativo q hoy se cumple. Otra vez si jugué el 07 con un amigo y sacamos como 500 pesos!!! jajaja
Perdón la desaparecida y la demora en dejar comments, me seca la vista tanta compu todo el dái por el trabajo vio?
Te dejo un abrazo inmenso y nos keda pendiente la mateada dominguera eh?
Muuuuuaaaa!!!
eseamos comentarles que el Lunes 14 próximo se realizará la Presentación Oficial de ColorIURIS Argentina en el Sheraton de Mar del Plata.
ColorIURIS es una herramienta jurídico informática de gestión de Derechos Intelectuales en la Red, basado en el sistema continental (países con tradición jurídica romanista) y con alcance mundial. Posee una filosofía proclive a la difusión de la cultura. Otorga a los autores la posibilidad de elegir qué derechos reservarse (todos, o sólo algunos) y qué otros ceder a usuarios. Es válida para toda clase de creaciones y permite (naturalmente) cesiones gratuitas y onerosas.
Ageia Densi posee el honor de ser un el Primer Tercero de Confianza de iberoamérica en el sistema.
Quienes deseen asistir se encuentran invitados.
Saludos cordiales,
Andres Piazza
Research Director
AGEIA DENSI.
investigaciones@densi.com.ar
www.densi.com.ar
Publicar un comentario